Bosques: promesas electorales y retos de gobierno
Comunidad socioambiental
Abordar el tema de los bosques en su real dimensión por los candidatos a la presidencia de la República en el Perú es un tema serio más allá de ser un tema más de lo que en genérico se llaman las promesas ambientales. Es un tema fundamental que cruza todas las dimensiones de la vida y de la sostenibilidad del desarrollo y la sostenibilidad planetaria. De eso trata esta nota.
Seguramente hay quienes piensan del gran potencial de la “explotación” de los bosques naturales (aunque mejor sería usar el manejo sostenible de los bosques) y que tenemos en la madera un commodity en creciente expansión. Otros hablarán del gran potencial que tienen las plantaciones forestales especialmente haciendo referencia a las especies exóticas o nativas. Todo eso está muy bien, siempre y cuando se realicen bajo los parámetros de la responsabilidad social y ambiental, en un buen marco institucional, la buena gobernanza y sobre todo en el marco de la ética. No obstante, eso es insuficiente.
La tarea está incompleta si es que no se lucha decididamente contra la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la tala y el comercio ilegal de la madera, el tráfico de fauna silvestre, las presiones de sectores extractivistas para cambiar el uso del suelo, el tráfico de tierras, entre otros grandes problemas nacionales. La tarea está incompleta si es que no hay un ataque frontal a la corrupción forestal (que siempre es de a dos) tanto desde el sector público como desde la sociedad civil. Es lógico esperar que si los incrementos de cobertura forestal (o al menos su mantenimiento) no se equilibran con las tasas de pérdida de tierras forestales, no estamos haciendo buen negocio. En tal sentido, el proceso de formulación participativa de la Estrategia Nacional sobre Bosques y Cambio Climático y su efectiva implementación es una gran oportunidad y reto para el próximo gobierno.
La tarea también está incompleta si es que las opciones económicas a partir del bosque se sesgan solo a la madera y solo a determinados sectores económicos. El bosque es mucho más que madera y tenemos que verlo en toda su potencialidad de servicios ecosistémicos. Según la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (2005) los ecosistemas nos brindan servicios de apoyo ( Dispersión y reciclaje de nutrientes, dispersión de semillas, producción primaria); servicios de aprovisionamiento (alimentos [incluyendo mariscos y carne de caza], cultivos, alimentos silvestres y especias, agua, minerales, farmacéuticos, bioquímicos y productos industriales, energía [hidroeléctrica, combustibles de biomasa]; servicios de regulación (captura y almacenamiento de carbono y regulación del clima, descomposición de residuos y desintoxicación, purificación de agua y del aire, polinización de cultivos, control de plagas y enfermedades; servicios culturales (inspiración cultural, intelectual y espiritual; experiencias de recreación [incluyendo ecoturismo], descubrimiento científico). Visto así las cosas, estamos hablando de la vida misma y de la sostenibilidad planetaria.
La tarea está incompleta si es que no se trabaja en un enfoque de diversificación productiva y de diversificación de actores económicos. Si insistimos en modelos de “chorreo” estaríamos cometiendo un gran error. Necesitamos que se generen condiciones objetivas y subjetivas para que los emprendimientos de manejo y conservación de bosques de las poblaciones dependientes de los bosques puedan tener éxito. Ello requiere alta sensibilidad social, enfoques y prácticas interculturales, derechos y responsabilidades. Una inteligente y sana práctica de incentivos debe ser un catalizador de las buenas iniciativas que se desarrollen por parte de los bosquesinos (término acuñado por Jorge Gasché para referirse a las poblaciones que viven en los bosques).
Pero más allá de una mirada estrictamente económica, necesitamos ver al bosque en su integralidad. La tarea está incompleta si es que no se hace las conexiones necesarias para que los bosques puedan ligarse a la seguridad y soberanía alimentaria, a la lucha para combatir la desnutrición y erradicación de la pobreza, al desarrollo de poblaciones bosquesinas resilientes al cambio climático. Desde una perspectiva geopolítica y geoestratégica los bosques nos ofrecen excelentes oportunidades de negociación internacional a partir de los recursos de la biodiversidad, el germoplasma y la lucha global contra el cambio climático. En esta perspectiva el manejo y conservación de bosques no solo es una demanda nacional sino también global.
Más allá de una mirada de recurso necesitamos ver al bosque en sus dimensiones culturales y espirituales. Esta es la parte menos entendida por los que promueven modelos económicos llamados verdes pero que en esencia no renuncian a sus sesgos de crecimiento económico y de considerar a los bosques como fuentes de materias primas. El respeto a todas las formas de vida en los bosques, el respeto a toda forma de sacralidad de los bosques forma parte de nuestra esencia humana. Es aquí donde la ética, la historia, la poesía, las emociones, las intuiciones sobre los bosques cobran su real dimensión. Mientras sigamos considerando que estos son temas menores estaremos dominados por un espíritu de explotación de los bosques en vez de un espíritu solidario, recíproco, de convivencia. Una vez más se ratifica el hecho que el tratamiento de los bosques requiere enfoques y prácticas interdisciplinarias y transdisciplinarias. Ello significa reconocer la complejidad de los bosques, el reconocimiento de la incertidumbre como un factor con el cual tenemos que aprender a dialogar.
De todo lo expresado un acercamiento amigable a los bosques significa mejorar el diálogo con nosotros mismos para revisar nuestras creencias y convicciones sobre los bosques, diálogo con la sociedad y el diálogo con la naturaleza y el cosmos. Muchos de los grandes problemas que se mantienen en el sector forestal radican en el hecho en que solo hemos querido dialogar con la economía y nos hemos negado tercamente al despliegue total del diálogo en todas sus dimensiones. Una nueva relación con los bosques también repercutirá en el modelo institucional que necesitamos y en la gobernanza forestal. No se trata de procesos de decisión unilaterales cualquiera sea la motivación, se trata de procesos profundos de conexión con la complejidad para encontrar las grandes alternativas a nuestros grandes problemas. El estado de manejo y conservación de los bosques es un reflejo de la calidad de nuestro modelo civilizatorio y social.
Bibliografía revisada:
Millennium Ecosystem Assessment (MEA). 2005. Ecosystems and Human Well-Being: Synthesis. Island Press, Washington. 155pp, here: p.40.